Los resultados de la primera vuelta en las elecciones presidenciales 2021 tienen un valor histórico, que expresa el Perú profundo, a menudo olvidado y ahora con una indignación calma y encausada por la vía electoral. Estas elecciones, que coinciden con el Bicentenario, quedarán como un hito clave en la política peruana y latinoamericana más allá del resultado de la segunda vuelta. La fragmentación de la política no es una sorpresa, que los candidatos posicionados en los extremos hayan obtenido los primeros lugares en la votación (aunque con porcentajes reducidos), sí lo ha sido, pero sobre todo que el candidato de izquierda*  Pedro Castillo logre días después un sostenido 40% a lo largo de la campaña de la segunda vuelta.

En las primeras décadas de este siglo, las elecciones presidenciales resultaron a favor de quienes se colocaron, en las segundas vueltas, en un “centro electoral”, un posicionamiento difuso porque luego de instalarse en Palacio han girado usualmente a posiciones de derecha. Este posicionamiento derecha-izquierda se superpone ahora al eje progresista-conservador, en un panorama en que las posturas liberales en un sentido amplio de la palabra, como las del centro, parecen haberse difuminado.

En noviembre escribimos una nota señalando que luego del impulso institucional, esperábamos se produzca un impulso social, en términos de acciones colectivas por una agenda social, que considerábamos necesaria tomando en cuenta la situación grave de la pandemia y sus repercusiones sociales y políticas pero sobre todo las desigualdades e inferiorización del “otro”. En el Perú como en América Latina el malestar anidado en los altos márgenes de desigualdad, la precariedad de la vida y del trabajo de los sectores populares estaban documentados en detalle. En el Perú, está situación mostraba cifras de escándalo, los niveles de anemia, embarazos adolescentes, poblaciones sin agua ni desagüe, etc.; fracturas sociales que se profundizaban y que mostraban que las desigualdades matan. Esto se vuelve más escandaloso aun cuando quienes ponen de relieve los logros del período del boom de la minería no toman en cuenta que hubo una reducción de los niveles de pobreza pero no de la vulnerabilidad, que la informalidad laboral se mantuvo a niveles mucho más altos que en otros países de la región y que muchos emprendedores, sectores medios precarizados, estudiantes universitarios han visto sus aspiraciones frustradas, y, muchas poblaciones nativas siguen tomando agua de ríos contaminados.

El impulso al cambio social ha llegado por la vía de los votos de manera sorpresiva. En el bicentenario esta votación por Pedro Castillo, es una suerte de “revancha histórica” del Perú profundo, apelando a un fuerte contenido simbólico en torno al valor de la educación y a sensibilidades de autoafirmación étnica y provinciana, a veces implícito. Lejos queda la utilización antojadiza de símbolos como “Pachacutec” por Toledo, y por ahora está lejos también la alusión a un proyecto étnico nacional. ¿Cuán lejos y cuán cerca está este impulso social frente a la precaria promesa de la República que nunca llegó a amplios sectores pauperizados del país?. En ese sentido es aún más trascendente que esta revancha llegue por la vía institucional y sin violencia. Sin duda hay notables vacíos y omisiones e inocultables tendencias autoritarias entre algunos personajes. Se ha escrito mucho sobre el significado de esta elección en el marco de A. Latina, como una corriente de izquierda esperada, sostengo que es una corriente social antes que una corriente política, que expresa el malestar, una sensibilidad social de izquierda y no necesariamente una militancia. Aunque esta votación también congrega sectores antifujimoristas. Está por verse si Castillo encausará esta corriente difusa de izquierda, si será desbordado, o, si se producirán renovadas formas de expresión de izquierda democrática con justicia social, tal vez evocando a Arguedas y Mariátegui de todas las sangres con creación heroica y sin opresión de ningún tipo evocando también a Flora Tristán y Micaela Bastidas.

Debemos recordar, por otro lado, que este proceso, no surge en un vacío social, son antecedentes a tener en cuenta: las movilizaciones continuas de derechos humanos y a favor del estado de derecho desde inicios de este siglo, las movilizaciones no a Keiko en el 2010 y 2016 que favorecieron candidaturas alternativas al fujimorismo, las movilizaciones de noviembre 2019 en contra del golpe institucional del congreso . Asimismo, tomar en cuenta las acciones colectivas e individuales de resistencia, de poblaciones y comunidades, contra la contaminación ambiental; las demandas de los trabajadores del sector agro exportador , entre otras; que a veces sólo tienen repercusión local y otras son hitos nacionales. Y, por último, las continuas y sostenidas campañas virtuales y movilizaciones de mujeres y colectivos feministas y por la diversidad sexual, contra la violencia, por la igualdad de género y los derechos de las mujeres.

En una sociedad en movimiento con irrupciones irregulares en la conciencia nacional y con débiles formas de articulación política, los derechos humanos se constituyen en el más importante “mito movilizador”, promesa de una vida y ciudadanía digna. Es en estos contingentes en los que hay un fuerte sentido antifujimorista, hay memoria sobre lo que representa en términos de cooptación y control de poderes públicos, violaciones de derechos humanos y corrupción. Estos contingentes han crecido con la participación activa, de jóvenes y mujeres como una conciencia nacional democrática ética y política pero con débil expresión política orgánica. Hacen mal los candidatos en no tenerlos en cuenta, en particular a las mujeres y la agenda de género que, que en el siglo XXI, constituyen referentes de una agenda humanista y de valoración de la dignidad de las personas, sobre lo que escribiremos un próximo texto.

En la campaña, las críticas al Estado han sido múltiples, coincidimos con los fallos señalados, pero las instituciones no son las responsables, son los grupos que la lideran, las personas que las encarnan, del mismo modo que habría que hacer las críticas al “libre mercado” fallido cuando hay monopolio, angurria de las élites, y abuso de las transnacionales que han estado exoneradas de impuestos así como quienes han permitido que se haya mercantilizado con la salud.

El reclamo social ha venido para quedarse gane o pierda el candidato Castillo al punto que en las filas de la otra candidatura se vienen ensayando formas de atender este malestar que rompen tímidamente con su ortodoxia neoliberal. Es de esperar que este reclamo esté presente en los próximos años en múltiples voces. Aunque haya poca claridad en las propuestas nacionales del candidato Castillo, habrá nuevas propuestas a partir de estos contingentes que representan a más del cuarenta por ciento del país. Hay que tener en cuenta también que el otro casi cuarenta por ciento se ve representado en Keiko como la única posibilidad que está en juego, pero aún los más progresistas entre ellos si los hay, no han exigido deslinde alguno con el narcotráfico y con la continuidad del fujimorismo que ella encarna de modo tal que un clan familiar podría entronizarse en el gobierno y sumar a los ya veinte años de control político del país por lo menos otros cinco años, con un legado de autoritarismo y de corrupción.

Esta es una campaña con violencia discursiva que debilita la vía institucional. Es una lástima que por ejemplo se busque deslegitimar el contingente que representa el malestar social calificándolo de “comunista”. Hoy el terruqueo se desgastó, por ello se ha inventado el “comunistaqueo”, no seremos como Cuba, ni como Venezuela, guardando distancias podríamos convertirnos en Colombia o Brasil.

En todas las campañas se busca polarizar, la novedad de este proceso es que muestra la polarización social, jerarquías, etnicidad, género, edad se alinean en las dos candidaturas. Subyace otra polarización que tal vez se despliegue con fuerza en los próximos años: una suerte de polarización modernidad neoliberal/colonialidad**/conservadurismo de un lado, claramente inidentificable que puede deslizar al autoritarismo, y del otro; tradición/decolonialidad/ modernidad “otra” aún por identificar que dependiendo de la capacidad de aprendizaje democrático podría o no abrir un camino de cambios con estabilidad. Sí podemos afirmar que la experiencia muestra que Keiko seguiría la tradición familiar de cooptación y autoritarismo aunque tenga que llamar a las fuerzas armadas y que Castillo tendría que dar cuenta de su quehacer a las masas organizadas y desorganizadas, asegurando respeto a las instituciones, y la salvaguarda de derechos, porque además no tendrá el congreso de su lado.

En estas elecciones está en juego el espacio democrático, que podamos asegurar convivencia sin violencia, disensos, diálogo y negociación. Pero también si queremos consolidar la democracia tiene que ir acompañada de justicia social y de respeto a las minorías. En este contexto ante la palabra devaluada de Keiko que ofreció mano dura y las imprecisiones del profesor Castillo, la sociedad civil urbana y rural y las nuevas generaciones de jóvenes mujeres y varones tendrán la palabra.


* Con el partido Perú Libre de orientación marxista-leninista-mariateguista, liderado por Cerrón, de quien ha ido tomando distancia en la campaña

** Me refiero a la “colonialidad del poder”, en el sentido de Aníbal Quijano (1930-2018) como una expresión de la reproducción colonial que subsiste en las relaciones, en las subjetividades y el conocimiento. 

(Foto: ucsp.edu.pe)